Bangkok
El vistoso y polifacético Bangkok es la capital y la ciudad más grande de Tailandia. Es su centro principal económico, político, comercial, cultural y religioso, así como la principal puerta en el reino soleado. Hace poco, para los numerosos turistas del país la ciudad sirvió de un sólo punto de partida para las islas paradisíacas de Tailandia. Poco a poco los que saben mucho de viajes han entendido de que Bangkok merece ser visitado: esa urbe asiática que desarrolla vertiginosamente tiene lo que mostrar y sabe sorprender hasta los viajeros más experimentados. Actualmente, la capital tailandesa se ha convertido en la Meca turística, siendo uno de los destinos más deseados entre los turistas de todo el mundo.
Bangkok tiene un carácter contradictorio y contrastante. Es la contradicción chocante que esconde el principal secreto de su atractivo contundente. La ciudad encanta con la combinación conturbativa de exotismo oriental y modernismo occidental, afán de conservar las tradiciones multiseculares, así como ganas de estar en conformidad con las tareas del siglo XXI. Aquí es donde los múltiples rascacielos lujosísimos avecinan con las numerosas chabolas frágiles, las calles estrechas están cubiertas por las modernas autopistas, los negociantes vestidos de moda se pierden en muchedumbre de los monjes budistas en la ropa azafranada, y los anticuados tuk-tuk están en los mismos atascos de muchos kilómetros con los coches de lujo.
La capital tailandesa es un gigantesco organismo vivo que está moviendo, tronando, haciendo ruido y brillando con las luces más vistosas. La única isla de la paz en el la caótica ciudad es los monasterios y templos budistas que los hay de sobra en Bangkok. Sus edificios que sorprenden por la estupenda belleza, magnífica estructura, sobresalientes adornos, cubiertas doradas y brillantes mosaicos originales de variados colores representan las obras cumbres de arquitectura. Además, brindan la posibilidad de ver por los propios ojos el carácter ecléctico de la ciudad.
El nombre de Bangkok es Krub Tep, y en tailandés se le conoce como “la ciudad de los ángeles”. Si los ángeles viven en esa urbe loca, habrán de establecerse en las azoteas de los rascacielos que parecen a las columnas que sostienen la bóveda celeste. Desde el edificio más alto –Baiyoke Sky Tower– se abren las impecables panorámicas de la urbe llena de recintos chillones, intercambiadores fantásticos, el sinuoso río Chao Phraya que abraza la mitad de la capital, y sus numerosos canales hechos a mano. Los klongs, según los llaman los thais, ya hace mucho se convirtieron en uno de los símbolos neurálgicos de Bangkok. El viaje por las arterias acuáticas quizá sea la mejor opción de impregnarse y sumergirse en el auténtico ambiente urbano y ver la vida cotidiana de los thais ordinarios.
Para escuchar como late el corazón de Bangkok y de sus residentes, es necesario visitar los mercados llenos de color local. Es menester llegar aquí por lo mínimo para obtener un montón de las emociones y sorprenderse por el exotismo que ofrecen. Aquí es donde reina el entrono creado por el torbellino de colores, formas, sonidos y aromas. Los mercadillos de Bangkok brindan la oportunidad de oro de conocer la impecable cocina tailandesa que representa una mezcla armónica de arroces, verduras, mariscos y condimentos inconcebibles que cautivan con la combinación vertiginosa de los sabores muy diferentes.
Además, Bangkok atrae con una variada selección de distintos entretenimientos aptos para complacer cualquier gusto. La capital tailandesa ofrece variado ocio: los restaurantes auténticos, originales funciones teatrales y programas autóctonos, una impresionante variedad de todo tipo de bares y lugares de diversión, entretenimiento y centros comerciales.
Pero el tesoro principal de Bangkok es sus residentes. Sus sonrisas enigmáticas, carácter abierto y amigable crean un ambiente inmejorable de la urbe y tratan de poner en equilibrio las contradictorias de la ciudad por la tranquilidad budista y caos de la urbe vibrante.
Los contrastes de Bangkok suelen chocar, pero sólo a principio. Luego, al vagar por sus calles agitadas, y impregnarse de su ritmo moderno, tocar el patrimonio milésimo de Tailandia, sorprenderse de la hermosura de los templos locales de repente se enamora del carácter ilógico y paradójico de la ciudad, entregándole su corazón para siempre. Asimismo, das las promesas de regresar aquí para sentir de nuevo el encanto impecable tejido de misterios, secretos y enigmas como toda la región surasiática.